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La última investigación antropológica indica que la línea evolutiva del hombre jamás pasó por una fase de caminar con los nudillos.
Sea como fuere, es un hecho que entramos, y todavía tenemos que salir, a una fase de tronarnos los nudillos.
A pesar de la popularidad de tronarse los nudillos, ya sea por juego, antes de iniciar una actividad o como simple gesto de exclamación, a la mayoría de los que gustan de esta práctica algún supuesto experto les habrá dicho que tal comportamiento conllevaría a laartritis.
Un estudio publicado en 1998 en Artritis and Rheumatism, por el médico Donald Unger, titulado "¿Tronarse los nudillos lleva a la artritis de los dedos?" ha reaparecido en la escena del campo, cuando en octubre Unger fue premiado con el premio Ig Nobel de Medicina.
Los premios Ig Nobel son un certamen paródico que premia a las investigaciones que "primero te hacen reír, para después hacerte pensar", hecho por la revista Improbable Research. Se realizan en el marco de los premio Nobel.
Unger es obsesivo compulsivo, y tal vez eso fue lo que lo llevó a hacer tal investigación.
"Durante 50 años, el autor tronó los nudillos de su mano izquierda por lo menos dos veces al día, dejando los de la derecha como control. Así, los nudillos de la izquierda fueron tronados por lo menos 36 mil 500 veces, mientras que los de la derecha fueron tronados rara o espontáneamente" dijo la publicación de los premios.
Unger llevó a cabo su investigación porque, como escribieron en el comunicado del anuncio, "durante la infancia del autor, varias autoridades renombradas (su madre, varios tíos, y su madrastra) le informaron que tronarse los nudillos lo llevarían a la artritis de sus dedos".
De esta manera, él usó 50 años de su vida "para probar la precisión de su hipótesis".
Finalmente, después de cinco décadas, Unger analizó su información: "no había nada de artritis en ningún mano, sin diferencias aparentes entre las dos manos".
Concluyó que no existe relación alguna entre tronarse los dedos y el desarrollo subsiguiente de artritis en los dedos.
Aunque la aplicación de estos resultados podría considerarse limitada, cierto es que el estudio de Unger aclara lo que muchos ya tienen asegurado en la noción de su conocimiento: las creencias populares yerran algunas veces.
fuente muyinteresante.com