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La importancia del ejercicio físico

La importancia del ejercicio físico

Este año el ‘Día Mundial de la Artritis Reumatoide’ está centrado en la importancia de realizar ejercicio físico y se celebra en varios países bajo el lema “Muévete para mejorar”. A juicio de la Dra. Ortiz, “el ejercicio debe formar parte de la vida diaria del paciente con artritis reumatoide y es esencial cuando las articulaciones no están inflamadas, ya que contribuye a evitar la deformidad, la pérdida de fuerza y la osteoporosis”. 

En concreto, se pueden realizar ejercicios pasivos –hechos por otra persona especializada- que generalmente se emplean en los casos graves; ejercicios isométricos -con contracción del músculo, sin mover la articulación-, que ayudan a mantener la fuerza muscular y evitan la atrofia; ejercicios activos que favorecen la movilización de todas las articulaciones; y, finalmente, los masajes, que ayudan a la relajación muscular. En cuanto a deportes se recomienda la natación, la bicicleta y caminar; por el contrario, se deben evitar aquellos que supongan sobrecarga de peso o impacto sobre las articulaciones.

Por otra parte, en los brotes de la enfermedad, se debe disminuir la actividad habitual, recomendándose el reposo de las articulaciones afectadas, aunque en estos períodos no es necesario permanecer en cama salvo en situaciones especiales.

Es muy importante la posición de las articulaciones durante el reposo, manteniendo brazos y piernas estirados, ya que aunque la flexión puede aliviar los síntomas, a la larga favorece la aparición de deformidades. Las férulas son estructuras rígidas que mantienen las articulaciones en reposo en una posición adecuada, mejorando el dolor y la inflamación y evitando deformidades articulares. Se emplean sobre todo durante el descanso nocturno en manos, pies, rodillas y tobillos.

Es fundamental llevar una vida saludable
El paciente con artritis reumatoide tiene que tomar parte activa en el tratamiento de su enfermedad intentando, además de otras cosas, establecer ciertos hábitos de vida que van a mejorar su estado general. En esta línea, se ha demostrado la relación de la enfermedad con el tabaco, por lo que es básico que los afectados dejen de fumar, aunque también se aconseja que eviten otros hábitos tóxicos como el alcohol, que puede agravar los efectos secundarios de los medicamentos.

En general no se ha demostrado que ningún hábito dietético concreto modifique el curso de la artritis reumatoide. Sin embargo, ha indicado la experta, “se recomienda una dieta completa y variada, incluso en los períodos de actividad en los que disminuye el apetito, que mantenga al paciente en el peso ideal evitando tanto la delgadez como la obesidad”. Además, se aconseja un aporte adecuado de calcio por el mayor riesgo de osteoporosis a causa de la propia enfermedad, de la inmovilidad en los períodos de actividad y de algunos medicamentos empleados en su tratamiento.

Los factores genéticos y ambientales influyen en la enfermedad
La artritis reumatoide es una enfermedad sistémica que puede afectar a órganos vitales. Esta afección provoca dolor, rigidez, inflamación y pérdida de la movilidad articular, afectando especialmente a las articulaciones diartrodiales como las de las manos y los pies, así como a muñecas, hombros, codos, caderas y rodillas. La inflamación mantenida y no controlada puede acabar dañando los huesos, ligamentos y tendones que hay alrededor de la articulación, lo que conduce a una deformidad progresiva.

Esta dolencia viene determinada por factores genéticos y factores ambientales, siendo el tabaco el más conocido. En concreto, se estima que se da mayoritariamente entre la población femenina, con su mayor pico de incidencia entre las mujeres de 35 a 55 años. “Hoy por hoy no se cura pero con un seguimiento y con un tratamiento adecuado se logra que el paciente pueda hacer una vida normal”, ha concluido la especialista.